Guest User
April 24, 2025
No es el calor habitual de Varadero lo que nos llevamos de nuestra segunda estancia en el Iberostar Taínos. Es la satisfacción de poder convivir con personas que hasta ayer eran totalmente desconocidas, en varios idiomas y de varias nacionalidades. Con nosotros viaja de regreso a La Habana una armonía de colores, simpatías, afabilidad y capacidad de reinvención en medio de carencias de las que no escapan ni siquiera los hoteles. Es el reto cotidiano de ofrecer un servicio de excelencia, sin otra explicación que profesionalidad y la empatía natural. Todo el hotel es una gran orquesta de jazz: todos contribuyen al concierto, pero cada instrumento tiene su protagonismo: la gastronomía, la animación, las camareras, hasta los jardineros que vienen y van entre tanto verde cuidado con esmero. Elvis con su auténtica algarabía de expresiones e histrionismo, los olímpicos pies de las muchachas y muchachos del bar del lobby, siempre sonrientes y llamándonos por nuestro nombres luego de decírselo una sola vez; los veteranos trabajadores junto a los noveles... y los artistas que parecen escapados de uno de esos concursos con sus convers de todas las épocas y géneros. Varadero es más que sol y playa. No es una postal, es una sensación, una prueba para todos los sentidos. Como bien nos dijo anoche una visitante británica: "este hotel no es sólo un hotel, es su gente la que hace el Iberostar Tainos". Como muchos repitentes, prometimos volver, y volvimos. Hoy volvemos a hacer la promesa con un "hasta la próxima" lleno de agradecimiento.
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