Guest User
April 8, 2024
Hemos pasado aquí dos días para tener un punto de referencia céntrico con respecto a todas las rutas, además, buscábamos algo idílico, recogido y apartado en algún pueblecillo bucólico y semi-fantasma de la malograda "España (en riesgo inminente de ser) vaciada" o mejor dicho, esquilmada, porque la gente se va por obligación, no por gusto. El hotel obedece a una tipología estándar, un icono atemporal en la hostelería rural, esbozo de de negocio regentado por un particular con dinero, que revitalizó el espacio (inmueble en riesgo de ruina,patrimonio histórico y cultural) con sendas restauraciones y reconstrucciones, modificando el entorno, pero prevaleciendo el ambiente oriundo. La millonada que hay aquí se salda con escaso personal: una recepcionista-camarera de barra y piso de 08:00 a 15:00. Restaurante clausurado (excepto para cenas privadas de mínimo 10 comensales), y domingos, sin servicio de cafetería ni para desayunar. Lo entiendo, he trabajado en un ex Relais & Chateau con bagaje similar y el compromiso y objetivos de cada empresa varía atendiendo a muchos parámetros. No he podido, sin embargo, evitar sentirme identificada, espejada, tanto con la simpatiquísima recepcionista-camarera y, en exógeno, el emblema del palacio.- jauregia, hermanada, de alguna forma, con la casona-palacio solariega donde tuve oportunidad de trabajar. La cafetería impresiona con un primer plano de dos fastuosas lámparas de araña en rejería de guisa medieval envejecida. Dos enmarcados lienzos de alicatados de porcelana portuguesa de los talleres de Lisboa de, presuntamente, (y me gustaría ostentar el placer de lucirme: presuntamente de 1890, mínimo), pero sirve en el desayuno pan del Mercadona. Ojo, no todo es demodé y anti-lujo en el primer almuerzo al romper la aurora y despuntar el alba en tan ilustre castillito del XIII-XIV en la loma de la Sierra de Lokiz: ¡ Nada menos que tos tipos del mismo! integral y normal. Escueta, laxa y perfectible, sin duda, la variedad y calidad para la poca oferta gastronómica que brindan. La decoración es muy moderna, el espacio respira calma y buen gusto en los detalles marinado con un aire del siglo que vio nacer el edificio. Las vistas son inmejorables, hay un salón inmenso y un hall acogedor. La terraza está cerrada (una pena que atribula el alma). Los "jardines", un parquecito con pinos, almendros y un sendero que bordea una charca quedan de lujo en la galería de fotos del hotel, pero no es gran cosa. Las habitaciones tienen un punto rústico en las contraventanas y ladrillo. El baño y la cama amplios, todo pulcritud limpia y fresca. El calefactor eléctrico no funciona y el secador apenas tiene brío. Silencio absoluto, bonanza plácida y sosiego henchido de quietud. Repetiremos, sin duda. Es un lugar que seduce, camela e invita a la contemplación y descanso al final del día. Id por vosotros mismos y no atendáis al pie de la letra todas mis impertinencias/recomendaciones.
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